Busquedas



Solo al Solu

Autor: facuriellu, Tipo: Senderismo, Zona: Everest
Localidad: Solu Khumbu, Provincia: Solu Khumbu, País: Nepal

Comentario: Se acababa el 2007, me quedaban aún un par de semanas de vacaciones y tenía muchas ganas de ver montañas. No sabía donde quería ir, pero sí como quería hacerlo: “a mi bola”. Se me pasó por la cabeza ir al Elbrus o al Damavand, pero diciembre no parecía la época más apropiada. Descarté otras, como el Kilimanjaro y el Kenia por lo disparatado de los precios y la dificultad para ir sin agencia; Sudamérica tampoco podía ser, no había manera de encontrar un billete de avión. No pensé en el Himalaya (¿o sí lo pensé?) hasta que un par de amigos de viaje por la India me propusieron acercame allá y hacer unos días de ruta por la zona del Nanda Devi. No le di más vueltas, saqué un billete a Delhi… y después de tenerlo empecé a pensar que quizás ir a Nepal no fuera descabellado. Conseguir un vuelo de Delhi a Kathmandú fue bastante complicado, pero para principios de noviembre ya tenía una plaza que apenas me hacía perder unas horas en las escalas a la ida y a la vuelta. El resto del mes fue de investigar que hacer, leyendo foros, blogs, consultando mapas, registros de meteo,… al final tenía claro a donde ir: al Solu Khumbu, la región del Everest.

Dificultad: Muy Alta
Desnivel: 0
metros
Horario: 0
horas
Longitud: 0 kilómetros
Ruta apta para niños: No

Accesos: .

Descripción:



Documento sin título



28 de noviembre. Todo preparado.


Billetes, pasaporte, seguro de viaje,el hotel de la primera noche y una mochila de 70 litros con 12 kg de trastos, además de los 4 kg de lo que llevaré puesto - todo ello elegido con cuidado y después de pesar hasta el último papel.No es mucho, contando con que llevo ropa de invierno y que me permito algún “lujo”, como los patucos de pluma y los crampones.Nada que ver con los 35 kg de hace un par de años en el Aconcagua, pero es que esta vez, no habrá mulas… ¡ni ganas de hacer de acémila! Yo mismo ando por los 73 kg abundantes, no está de más llevar unos kilillos de reserva. ¡Ah! salgo de casa con 10 dedos, los reglamentarios 5 en cada pie. A la vuelta haré un recuento. Ahora, a dormir, tarde como siempre.


29 de noviembre. 300 km de carretera y 8.000 de vuelos.


05:15 - Me despierto antes de tiempo, ¿nervios?, y por suerte se me enciende la bombilla… ¿he puesto bien el despertador? pues no, el móvil está en silencio. A punto he estado de cargarme el viaje antes de salir de casa. Lo pongo bien y duermo un poco más.


06:45 - Salgo de casa con media hora para llegar al Alsa de Bilbao, parece que voy bien. Veo que se me escapa el bus que va a la estación, y el siguiente pasa en 14'… ya no voy bien. Llamo a un taxi y, como siempre, no responden. A las 7:00 veo que no tengo más remedio que echar a correr… con botas, plumífero y mochila, no es mala marca hacer 2.3 km en 13' (y sin vomitar el desayuno). Segunda oportunidad de quedarme en tierra, ¡cualquiera diría que no quiero irme! (y a lo mejor es que me traiciona el subconsciente, porque por momentos pienso en el fregao en el que me estoy metiendo con el viajecito)


07:15 - Justo a tiempo. La sudada y la tos silicosa me duran hasta Nava. Hago el viaje adormilado y llegamos a Bilbao con un poco de retraso, lo justo para perder el autobús a Sondika y tener que coger un taxi al aireportua; si hubiera leído a tiempo los mensajes de Lufthansa me lo podría haber ahorrado, porque mi vuelo se retrasa una hora. Aún así, parece que me mantienen las conexiones en Frankfurt y en Munich.


20:40 - Despegamos con retraso de Munich (mejor, menos tiempo de escala en Delhi), porque al avión hay que quitarle el hielo de las alas. Mi vecino de asiento, de 1.60 y 50 kg, ocupa más que el alemán de 2 metros del anterior vuelo. Además, ha decidido que el reposabrazos es suyo y le ha tirado la bebida al de atrás bajando el asiento ya antes de despegar… una joya.


30 de noviembre. Un vuelo más…


Durante el vuelo se desmaya una chica un par de filas más atrás y cae en el pasillo. Piden un médico por megafonía y por suerte aparece una alemana antes de que los sanitarios improvisados la rematen con sus cuidados. Aterrizamos en Delhi a las 8:15 (en España, las 3:45, muy original tener 4h 30' de diferencia como franja horaria). Como no tengo visado para la India, me llevan a una zona de tránsito a donde se supone que me llevarán la mochila y la tarjeta de embarque en unas 4 horas. El procedimiento no inspira mucha confianza, los datos de vuelo y equipaje facturado van copiándose a mano de una libreta a otra. De vez en cuando pasan a buscar a alguien, así que supongo que estará bien así, aunque nadie parece muy conforme. No tengo dolares ni rupias, y por suerte, tampoco hambre. El aeropuerto es un auténtico caos, destartalado, sucio, con gente durmiendo en el suelo… no sorprende que aparezca constantemente en las listas de los peores del mundo. Es una pena que un país tan interesante tenga semejante tarjeta de presentación.


Charlo con un nepalí simpático que vuelve a casa de vacaciones: ¡es cocinero en la embajada de EEUU en Kabul! Cuenta horrores del sitio… bombas, cohetes, suicidas, tiroteos,… pero está contento con la paga y seguirá allá mientras pueda. Parece que la mayor parte de los pasajeros en tránsito son nepalíes que van o vienen a trabajos en países del Golfo Pérsico, y que esta es ahora la principal fuente de ingresos del país, después del bajón del turismo a causa de la guerra civil.



A las 11:55 vienen a buscarme, antes de lo que esperaba… eso sí, me levanto en ese momento o me duermo y no sé como me hubiera enterado.


Mi vuelo a Kathmandú sale puntual… y está amenizado con unas vistas que no pueden ser más espectaculares: van desfilando los Annapurnas, el Machapuchare, el Daulaghiri, el Manaslú y ríos inmensos que bajan del Himalaya a las llanuras de la India.


Nepal es aún más original con la franja horaria… 15' más tarde que en la India. Los trámites de aduana y visado, 23 €, son sencillos. Recuperar el equipaje cuesta un poco más, porque no hay modo de averiguar a que cinta ha ido a parar. Las tarifas de los bancos del aeropuerto parecen un poco exageradas para lo que recuerdo haber visto, apenas 81 rupias por €, así que salgo sin cambiar. Hay una persona del hotel esperándome; aún así, cuesta librarse de los candidatos a porteadores que piden propina por señalar con el dedo. Me envía con un taxista majete y parlanchín. La ciudad es un completo caos, llena de zanjas, tenderetes y edificios destartalados. Aún así, inspira confianza, parece perfectamente segura (mientras evites los agujeros). A las 5 de la tarde, 29 horas después de salir de casa, estoy en la ducha del hotel. Antes de que acabe se va la luz, al parecer es un corte programado. Todavía a oscuras, en la recepción se arreglan para cambiarme dinero (a 93 Rp/€, mucho mejor), y reservarme el vuelo a Lukla para el día siguiente… acabo de ganar un día más para caminar. Según me dicen, en la montaña debería de gastar de 1200 a 1500 Rp/día. Salgo a cenar por Thamel. La cantidad de tiendas es impresionante, como para venir con lo puesto y equiparse aquí por completo (aunque con la mochila, el saco y las botas, no arriesgaría). He venido con todo lo que necesito y me he puesto límite al peso que puedo llevar, así que sólo compro un mapa del Solu Khumbu (muy bueno), y una cantimplora extra.


1 de diciembre. Último vuelo y a caminar.


Llevo unos minutos despierto cuando llaman a la puerta. El desayuno lleva su tiempo, así que voyjustito para salir a las 8 hacia el aeropuerto.Parece que queda una plaza en el vuelo que sale ya mismo, un par de horas antes del mío,así que me hacen pasar los controles a la carrera, con la mochila grande como equipaje de mano… navaja incluida. Por supuestola encuentran, se la dan al de Yeti Airlines, me la devuelve, me la vuelven a encontrar en el siguiente control (ahora ya en el bolsillo del pantalón, ¿cómo lo explico?),… todavía me meten en un lío.



Soy el único extranjero, viajo con unos cuantos monjes, un médico que vuelve a su pueblo de vacaciones, un guía y su mujer. El resto de los asientos vanocupados con sacos de arroz, se nota que estamos en temporada baja y aprovechan para abastecer. El guía va sentado a mi lado y charlo con él:


- Where do you come from?


- Spain


- I’ve been to Spain!


- Where about?


- Hmmm, Naranjo de Bulnes?!


Resulta que el hombre, Ang Tsering Sherpa, estuvo en el 92 escalando el Urriellu con un tal Fredo, hizo las cuatro caras (hasta recordaba el agujero de la Cepeda), durmió en el vivac de Vega Urriellu y comió fabada en Sotres. A todo esto nos han devuelto a la terminal, el aeropuerto ha cerrado por niebla. En poco más de una hora volvemos a embarcar y despegamos. No hay palabras para describir el vuelo. Pasamos un collado a 3700 metros, tan cerca del suelo que se distinguen las piñas en los árboles. Los montes se elevan unos cuantos miles de metros por encima… y la pista del aeropuerto de Lukla se ve 1 km más abajo y muy muy pequeña. Es lo más parecido a un trampolín de esquí: 350 metros de longitud y un 10% de pendiente, para ayudar a frenar en el aterrizaje y coger carrerilla al despegar… lógico, ¿no? Con todo y con eso, el aterrizaje es de lo más suave.


Paso por el lodge que me recomienda Ang Tsering, el de su tío, tomo un té, cargo la cantimplora, meto todo en la mochila (ahora sí que pesa) y empiezo a caminar. Son las 11 de la mañana, apenas hace 47 horas que salí de Asturies. Hace un buen día para caminar, y desde Lukla el camino desciende hacia el río, así que empiezo a buen ritmo. De vez en cuando alguien me echa el alto para ofrecerse como guía, vender material o simplemente charlar. Me acompaña durante un buen trecho un monje que me invita a visitar su monasterio a la vuelta a Lukla, y un porteador de unos 14 años que aún con el doble de carga que yo me deja atrás en todas las cuestas. El camino va de pueblo en pueblo, cruzando entre campos cultivados a ambos lados del valle por un paisaje muy humanizado en el que cada poco te encuentras con estupas, piedras mani y ruedas de oración. Asoman montañas imponentes al fondo de los valles laterales, como el Kusum Kanguru, de 6367 metros, casi 4 km por encima del río.


En Nurning encuentro un puesto de control maoísta, donde piden una colaboración. Resultan bastante amigables, charlo un rato con ellos y me dan información sobre el camino. Por 100 Rp, me llevo el souvenir menos buscado de Nepal.

Los puentes son espectaculares, imponen, pero son muy sólidos (algunos, al igual que el aeropuerto de Lukla, el hospital y varias escuelas, son parte del legado de Edmund Hillary y su fundación Himalayan Trust).

Hago un par de paradaspara comer y sobre las 15:00 llego a la entrada del Parque Nacional de Sagarmatha. El sol se pone deprisa en un valle tan profundo y la temperatura baja rápidamente. Ya tengo claro que no llego con luz a Namche,así que busco un lodge para dormir en Jorsale. El Nirvana tiene buena pinta, y de hecho resulta mucho mejor que un refugio europeo. Por 400 Rp me dan una habitación doble, al lado de un baño con ducha.Salgo a merendar en algo parecido a un bar y vuelvo al lodge. Cuando oscurece, me siento junto a la estufa a charlar con el dueño, el cocinero, un maestro de primaria y dos chicas del pueblo… una sesión de lo más agradable. La cena, mi primer dhal bhat (lentejas con arroz), buenísima; si el alojamiento y la comida son así, podré sobrevivir a un par de semanas de montaña en estas condiciones. A las 20:30 me voy a dormir.


2 de diciembre. Namche Bazar.


Duermo la mañana y nome levanto hasta que sale el sol. Desayuno y para cuando empiezo a caminar son las 10:30. Da igual, hoy es un día corto, aunque con bastante desnivel. La subida a Namche es bonita, siempre entre pinares, con un camino muy bueno y mucho movimiento deporteadores arriba y abajo.Hago un par de paradas para no forzar yllegoarriba a las 13:00. Después de haber oído hablar tanto de este pueblo, de tantos documentales de Al Filo y tantos libros, entrar en Namche resulta emocionante. Hace honor a su nombre,las callesson un verdadero bazar; aquí llega la principal ruta de comercio entre tibetanos y sherpas,a través del NangpaLa (tristemente famoso por los disparos del ejercito chino a un grupo de peregrinos).



Voy al Hotel Everest, que me han recomendado en el anterior. La habitación, por 200 Rp, tiene unas vistas estupendas al Thamserku (6608 m) y los baños compartidos está limpios. Dejo la mochila y salgo hacia un mirador a 4000 m, por encima del antiguo aeropuerto de Shyangboche, con intención de subir un poco más alto que el sitio en el que voy a dormir. Subo los casi 600 metros de desnivel en apenas una hora, así que parece que por el momento no me está afectando la altitud. La niebla se cierra y hace frío, tanto que la batería de la cámara empieza a dar problemas. Aún así, consigo hacerle una foto al impresionante Ama Dablam (El Collar de la Madre).



Para lascuatro de latarde estoy de vuelta en Namche. La merienda y una ducha caliente sientan de maravilla. Ya de noche salgo a enviar algún correo (sí, a diferencia de en media Asturies, aquí hay internet y telefonía móvil). Vuelvo al hotel a cenar y tomo la última cerveza en unos cuantos días, el alcohol no ayuda a aclimatar.


Me siento con una pareja de australianos y su guía que me dan un montón de consejos… tengo bastantes dudas sobre el camino a tomar y como escalonar las etapas. Creo que mañana seguiré ruta saltándome el habitual día de reposo en Namche, se puede avanzar algo sin ganar demasiada altura. La habitación está 10ºC, y además hay un montón de edredones bien gordos. Seguro que no pasaré frío.


3 de diciembre. De Namche a Pangboche.


Salgo a las 9 de la mañana, ya con sol, aunque las nubes amenazan. Me pierdo un par de veces antes de conseguir salir del pueblo. Al poco, comienza a verse el Ama Dablam, con la imponente arista de Tsuro Ri cayendo hacia el valle . El camino es muy bueno e incluso hay alguna cuadrilla haciendo reparaciones. Me llama la atención que el altímetro marca siempre 100 metros más que el mapa, mal síntoma.Al poco de cruzar el río en Phunki Tenga empieza a nevar, y lo hace con más ganas según voy subiendo los 600 metros de desnivel hasta Thyangboche (3860 m).



El monasterio está en lo alto de un collado barrido por el viento, y apenas se ve entre la ventisca y la niebla. Como en la que presume de ser la panadería más alta del mundo y decido continuar, dejo la visita al monasterio para la vuelta, porque con este tiempo, no apetece seguir aquí un minuto más.



Me abrigo bien y salgo: sigo las huellas que pierden menos altura, porque según el mapa, la bajada no es nada pronunciada… pero las huellas cada vez se ven menos, el camino se va estrechado ¡y empieza a subir!. Se intuye un poblado muy abajo, y no parece que el camino me lleve hacia él. Cuando empiezo a ponerme un pelín nervioso (se me pasan de golpe el catarro, el frío y el cansancio, ¡viva la adrenalina!), oigo a un leñador… me acerco y me dice que voy mal, que es el camino de “Khola” y que sólo hay bosque… me recomienda avanzar unos metros y echarme bosque abajo (sí, habla inglés, como se pierda un guiri en Casu, está apañado). Muy bonito todo, con la nieve, los rododendros, los -2º, las dos horas que quedan de luz, el no saber si hay paso o a que lado del río está el pueblo… en fin, media horita un poco tensa. Me abstengo de besar el suelo cuando doy con el camino, pero poco me falta. En el fondo del valle se está mucho mejor, nieva pero no hace viento y hay buena huella, así que sigo subiendo hasta Pangboche (3930 m), el último pueblo habitado permanentemente (los más altos son majadas de verano, aunque ahora viven allá casi todo el año por el turismo).



Voy al Shree Sherpa, el que me recomendaron en Namche. No está tan bien como los anteriores, pero en el comedor hay una temperatura agradable y la comida es buena. Hay un italiano con guía y porteador, además de una pareja de irlandeses muy jóvenes que están haciendo un viaje de 15 meses. Me voy a dormir bastante cansado, estoy 500 metros más arriba que ayer, aunque en total han sido 1000 de subida. Afuera sigue nevando, a ver como amanece mañana. Empiezo a ver complicado lo de cruzar el Cho La hacia Gokyo.


4 de diciembre. Dingboche y el Nangkar Tshang


¡El Everest! asoma sólo un poco por encima de la barrera del Nuptse, pero aún así impone saber que la cumbre está casi 5000 metros por encima del pueblo.



A su derecha se ve la tremenda cara sur del Lhotse, que con 3200 metros una de las mayores paredes del mundo y la más vertical, 55º, de las de estas dimensiones. El Ama Dablan, aún con 2000 metros menos, está tan cerca que obliga a levantar bien la cabeza para ver su cumbre.



La guarda del refugio me recomienda ir a Dingboche (4410 m) en lugar de Pheriche, que al parecer es mucho más frío y ventoso. Empiezo a caminar a las 9:30 con un sol radiante que funde rápidamente la nieve. En apenas una hora cruzo el río para dejar el valle principal del Khumbu y subir los últimos 300 metros por el valle del Imja Khola. En el Hotel Family me dan una habitación haciendo esquina con dos ventanas que miran a la sur del Lhotse y la norte del Ama Dablan; cuesta imaginar unas vistas mejores.


Tomo una sopa, bebo algo de menta y salgo a “hacer los deberes”: conviene dormir por debajo de la altura máxima del día, así que eso sólo lo arreglo subiendo por encima de Dingboche. Enfilo hacia el gompa que se ve sobre el pueblo y como me encuentro bien, continúo hacia el Nangkar Tshang… en un par de horas subo un pico de 5075 m, aunque a decir verdad, en los últimos metros me cierra la niebla y no llego a pisar la verdadera cumbre. Por el camino me he encontrado con un inglés, Andrew, y su guía. Están también en el Family, así que quedamos en seguir charlando durante la cena (”si sobrevives”, me dice el guía, Chhatra). No muy lejos se ve el Makalu (8463 m), con sus gigantescos espolones rojizos, y justo al otro lado del valle, el Tawoche (6367 m), Cholatse (6335 m) y Arakam Tse (6423 m). Hacia el sur quedan el Ama Dablan, Thamserku y Kantega.



A las 15:30 empiezo a bajar; la niebla va haciendo unos juegos de luces preciosos, así que tiro fotos hasta que las baterías se hielan. Para la cena hay más gente: un australiano (Patrick), un inglés (Adam) y un holandés (Frank); buena compañía y buena comida, como casi todos los días, para cenar y charlar alrededor de la estufa.



Justo al oscurecer el Lhotse se “incendia” y salimos todos fuera a ver el espectáculo… merece la pena aguantar un poco el frío.


5 de diciembre. Valle de Imja Khola.


Hoy toca día de aclimatación, o sea, un paseín ganando algo de altura y vuelta a dormir en el mismo sitio. A apenas un par de km de aquí pasa hoy la Marathon del Everest, pero mi intención es irme en dirección contraria y apartarme del valle principal. Sobre las 9:45 salgo hacia Chhukhung, con sol, aunque hay bastante hielo. Camino durante varios km al pie de la muralla Nuptse-Lhotse; se nota el ir sin peso, en 2h 30' llego al pueblo y continúo hacia los lagos de Amphulapcha y el campo base del Imja Tse o Island Peak, uno de los habituales de trekking.



Llego hasta los 5000 m; el camino hacia el campo base y los lagos ya es cuesta abajo, pero no me encuentro del todo bien, noto algo de mareo, así que paro a descansar, tomar un par de aspirinas y comer. En el fondo es buen sintoma, y empezaba a extrañarme de que no hubiera aparecido todavía… si no notara el efecto de la altura, sería preocupante, pues probablemente el bienestar fuera algo engañoso (la irracionalidad, las alucinaciones y el estado de confusión son la siguiente fase del mal de altura… mejor no llegar a ese punto). Ya con menos dolor de cabeza, puedo apreciar mejor la vista de la cara norte del Ama Dablan.



Bajo a comer al pueblo, en un sitio bastante agradable que hace las veces de tienda (venden incluso material resto de expediciones). En el camino de bajada a Dingboche me encuentro mucho mejor y la temperatura es buena, así que hago varias paradas a tomar el sol y disfrutar del paisaje.






De vuelta en el refugio, siguen la charla y los planes, interrumpidos por los ¡¡oooh!! ¡¡aaah!! de un nuevo atardecer glorioso, con los últimos rayos de sol en las cimas mientras en el valle se ha hecho de noche.



Hoy se han ido Andrew y Chhatra y ha llegado una pareja de canadienses. Quedo con Patrick, Frank y Adam en irnos juntos mañana hacia Lobuche y dormir allí.


6 de diciembre. Lobuche… y más allá.


Por primera vez no dejo propina, se han pasado cobrándome 300 Rp por 1 litro de menta en el que no hay más sustancia que en una taza, aunque me arrepiento pronto, al fin y al cabo era un sitio agradable.



Salimos a las 9:40. Patrick va a buen paso, Frank & Adam parecen ir cómodos, y aunque yo no llevo buen ritmo, por un día se agradece caminar con compañia.



En el collado de Tughla paramos a visitar los memoriales dedicados a sherpas y extranjeros muertos en estas montañas. A pesar de la belleza del paisaje, el sitio resulta sobrecogedor e invita a hablar en voz baja. Al fondo del valle vemos el Pumori (7165 m), el Lingtren (6749 m) y el Khumbutse ( 6665 m). Desde aquí, una vez superada la morrena frontal del glaciar del Khumbu, el camino es llano hasta Lobuche, a donde llegamos sobre las 13:30.



No me gusta el sitio, hay mucha basura, incluso restos de un helicóptero y el alojamiento en el Alpine Inn me parece cochambroso (no me corto de decirlo, otros con muchos menos medios se esfuerzan por dar un servicio digno). En el pasillo del lodge hay 2º C a pleno sol (”pasillo”, porque está cubierto y rodeado de habitaciones, pero en realidad es un pedregal que obliga a andar en botas y con cuidado). Tardan un montón en preparar un dhal bhat pésimo… me han convencido, no me quedo. Sé que a 45' está la “Pirámide“, un centro de investigación que también da alojamiento. Me despido de mis compañeros de ruta y salgo a las 15:20, apenas con un par de horas de luz por delante.



Al cabo de una hora empiezo a pensar que me he pasado de largo. ¿Qué hago?, ¿estoy aclimatado para dormir en Gorak Shep? son 730 metros más que Dingboche, aunque el haber pasado de los 5000 los dos días anteriores debería de ayudar. ¿Llegaré con luz? ¿me vuelvo al pozo infame de Lobuche? ¿toca vivac?. No las tengo todas conmigo, pero avanzó un poco más, y casi a las 17, veo una columna de humo: la brújula y el mapa confirman que sólo puede ser Gorak Shep. Aprieto el paso subiendo y bajando una morrena tras otra y a las 17:15 llego al Buddha Lodge realmente exhausto. Hace calor, la habitación está a 10º C e incluso hay moqueta. Bajo a la sala, donde hay un ambiente muy agradable. Ceno con una pareja de Canberra y una japonesa que vive en Toronto. La cena es buena, aunque estoy tan cansado que no consigo acabarla. ¡Cuánto me alegro de no haberme quedado en Lobuche!, aquí se está de lujo e incluso la temperatura es buena en el servicio (el agua no se hiela, así que está limpio). Se nota que el propio dueño trabaja en el lodge, y está orgulloso, con razón, de como lleva el sitio. Creo que pasaré aquí dos noches para poder ir tanto Kala Patthar como al campo base.


7 de diciembre. La Cima del Mundo.


Sé que nunca voy a verla desde más cerca, así que la perspectiva emociona. Esta noche me he pasado casi 12 horas en el saco, supongo que algo habré dormido, aunque no todo lo bien que debiera. Da gusto levantarse, vestirse y desayunar en un sitio limpio y caliente - los demás no estaban mal, pero este es el mejor, y en el sitio más difícil. Salgo hacia Kala Patthar a las 8:20 y en 1h 30' estoy en lo que desde abajo parecía la cima. Los últimos metros son una trepada entretenida, incluso con una chimenea/tunel para salir a la cumbre, pero allí descubro otra cima a lo lejos, unos 50 metros más alta y con banderas de oración.No hace viento, así que disfruto del paisaje y repongo fuerzas comiendo algo. Una hora más tarde estoy en la verdadera cima, a 5643 metros.


De las vistas, sólo se pueden poner imágenes.



Al poco llegan Adam y Frank; Patrick se ha ido hacia el campo base del Everest. Cuando se levanta el viento, muy frío, empezamos a bajar. Ellos siguen hacia Lobuche, y quedamos en vernos allí al día siguiente a las 8:30. Frank vuelve a Lukla, pero Adam y yo intentaremos cruzar el Cho La hacia Gokyo.



Nos despedimos e intento encontrar un paso hacia el campo base sin tener que desandar todo el camino, pero todo lo que encuentro son morrenas de 100 metros de altura muy inestables, así que tengo que perder toda la altura ganada. Me cruzo con Patrick, que vuelve del CB y me dice que no hay nada allá, ni una sola tienda. Sigo avanzando hasta que estoy frente a la Cascada del Khumbu… meterse ahí dentro tiene que ser una auténtica pesadilla. En Gorak Shep he visto el depósito en el que guardan las escaleras de aluminio durante el invierno y algunas están totalmente retorcidas.



Sobre las 14:15 comienzo la vuelta a Gorak Shep, bastante cansado de pelear con un pedrero intratable y con algo de dolor de cabeza (otra aspirina, nada del otro mundo después de 24 horas por encima de 5000 m). Sobre la cumbre del Everest empieza a formarse una nube en forma de hongo que parece anunciar la llegada de mal tiempo.

A las seis de la tarde ya he terminado de cenar. Después, empieza a llegar gente desde otros lodges al nuestro, incluido Patrick y un catalán de Llimiana, Iván. El dueño comenta la diferencia que nota entre los europeos continentales, por lo general gente acostumbrada a salir a la montaña regularmente, que aclimata bien y en general no enferma, y los del resto del mundo (asiáticos, americanos, australianos o “europeos isleños”), a los que ve mucho más fuera de su medio… nada como un poco de cizaña para animar la conversación.


8 de diciembre. Paso del Cho La.


El día más largo y temido de la ruta empieza pronto, a las 6 en pie. Afuera hace mucho frío, el termómetro de unos neozelandeses marca -20º C… no tiene rayas más abajo. Sin embargo, en la sala se está bien en cuanto encienden la estufa. Cuando salgo ya hace sol y la temperatura ha subido hasta los -10º C; no hay ni rastro del resto de gente que pensaba bajar a esta hora, así que empiezo a caminar sobre las 7:15. A los 10' ya me sobra ropa.



Me encuentro con Adam en Lobuche y nos despedimos de Frank en el desvío hacia Dzonglha. El camino es cómodo y las vistas al Arakam Tse recuerdan a las del Eiger desde Grindelwald… sólo que aquí los 1800 metros de pared empiezan a más del doble de altitud. Comemos en el único lodge abierto y a las 11:30 enfilamos hacia el Cho La. Vamos bien de hora y de ritmo, pero encontrar el paso resulta más complicado de lo que esperábamos, al no haber huellas recientes en la nieve. A estas alturas, los grupos grandes ya dan el paso por cerrado. Después de superar un par de barreras de roca, seguimos algunos hitos nos llevan pronto al glaciar de la cumbre… demasiado empinado en esta parte, y sólo yo llevo crampones. La única alternativa por aquí son unas llambrias cubiertas de nieve y verglass. Tenemos que volvernos a buscar otro paso. No cuesta dar con él, pronto vemos el rastro de basuras que parece ser el procedimiento habitual para balizar caminos por estos lares.



Hacia el este vuelven a asomar el Makalu y el Baruntse (7129 m), que no habia visto hasta este momento. El paso por el glaciar es sencillo y sólo tiene un par de rampas, fáciles con crampones, pero para cuando cruzamos la rimaya de salida, son las 15:45. La equivocación de antes nos ha costado casi un par de horas, más el cansancio que supone dar vueltas por encima de 5300 metros. Estamos a -6º C y el viento ronda los 40 km/h, así que la sensación de frío anda por -25º. Está claro que se nos hará de noche antes de llegar a Taknak.



Bajamos un pedrero digno de Picos hasta una hondonada en la que comemos algo protegidos del viento. Hay que recuperar fuerzas para remontar 200 metros hasta un bloque característico - lo reconozco gracias a la descripción de Iván - que marca el arranque del valle que nos lleva al refugio. Allí se nos hace de noche, aunque el hielo del río y la nieve reflejan la poca luna que hay y bajamos al trote sin falta de frontal. Llegamos al lodge a las 18:15, muy cansados, pero contentos de haber conseguido cruzar el Cho La.



¡La combinación de toalla-balleta y palangana de agua caliente hace maravillas! Con eso y una pizza por cena, que me cuesta tragar de puro cansancio, esta noche duermo como un tronco. Seguro que también ayuda el estar a “sólo” 4700 metros. En apenas una semana tanto este lodge como el de Dzonglha cerrarán para el invierno y cruzar el Cho La se complicará muchísimo.


9 de diciembre. Gokyo, a los pies del Cho Oyu.


La paliza de ayer ha hecho efecto, así que no nos ponemos en marcha hasta las 9:45. El glaciar Ngozumpa, el mayor de Nepal, es lo más parecido al Mordor del Señor de los Anillos que me puedo imaginar. Cruzar hasta Gokyo nos lleva tres horas, que no está del todo mal teniendo en cuenta que hemos abierto un ruta nueva.



El interior del glaciar está plagado de lagos (GLOF), y en algunos puntos incluso crece la hierba. Toda la travesía está presidida por la temible vertiente sur del Cho Oyu (8201 m), apenas visitada por su dificultad.



El lodge recomendado hoy es el Cho Oyu View, un lugar fuera de serie. En la terraza acristalada hace verdadero calor, y la comida es la mejor que he probado… tan bien se está que alargamos la sobremesa hasta las 15:00, y todavía queremos subir al Gokyo Ri (5360 m).



La buena aclimatación ayuda y subimos en apenas una hora los 600 metros hasta la cumbre. La gracia es intentar no mirar atrás en la subida y quedarse boquiabierto una vez en la cumbre… el sol está ya muy bajo, pero sin duda el atardecer es el mejor momento del día (y arriba no se aguanta demasiado tiempo parado, así que hay que ajustar bien el horario).



La vista abarca 4 ochomiles (1º, 4º, 5º y 6º más altos), varios sietemiles y un número incalculable de cimas de 5 y 6000 metros. Llama poderosamente la atención la silueta con forma de almena del Gyachung Kang, el 15º pico más alto del mundo -el primer “no 8000?. ¿Si es mejor o no que la vista de Kala Patthar? da igual, es otro lugar de peregrinación, no hace falta comparar. Con las últimas luces bajamos corriendo hasta Gokyo.



Cenamos con un austriaco, Paul, un alemán, Kim, un canadiense, uno de Colorado y un fotógrado nepalí, que curiosamente es el único que lleva guía (lleva material bastante pesado, y además han acampado en los lagos altos).



Después de darnos de comer hasta hartarnos, la dueña y su hijo se sientan con nosotros a charlar. Nos resuelve un conflicto ético que algunos nos habíamos planteado: contratar o no un guía-porteador, aún sin necesitarlo, por estar en un sitio en el que tanta gente vive de estos oficios.



Dice que en los lodges, los viajeros independientes somos muy bien recibidos, puesto que el que vayamos allá y los recomendemos depende únicamente de la calidad del servicio que den, y no de que alojen y alimenten gratis al guía, le paguen comisiones u otros intereses espúreos.



Al fin y al cabo, mucho o poco, lo que nos gastemos se queda en la montaña y no en manos de intermediarios, y alguien habrá cobrado por llevar hasta el lodge lo que consumamos allá. No me atrevo a recomendar ni dejar de hacerlo el contratar un guía, aunque personalmente, me siento culpable si pago a alguien por cargar con mis trastos, no me lo plantearía aquí por más que pudiera permitírmelo. Por otra parte, hay que olvidarse de la imagen de los porteadores de las películas de Tarzán. Al contratar a una persona, nos convertimos en su “patrón” con todo lo que esto implica de responsabilidad legal sobre su seguridad y salud…


10 de diciembre. Operación retorno.


Amanece encapotado y sobre las 6:30 se pone a nevar… y tengo por delante un día muy largo. No me entra el desayuno, y la charla con los demás, que hacen planes para ir hacia los lagos más altos del valle y para cruzar el Renjo La, me retrasa hasta las 8:45. Me da pena despedirme de la compañía, también porque ahora cada paso me aleja de las montañas, aunque el mal tiempo en este caso ayuda a no remolonear.



Dejo atrás el 2º y el 1º lagos de Gokyo, curiosamente con más hielo que el del pueblo, el 3º, algo más alto. Voy a buen ritmo y en hora y media paso Machhermo (¡el mapa pone 5h!) y en dos, Luza. A partir de ahí, bajo el ritmo y los tiempos se multiplican. El día es desapacible, apenas 0º C, y en la subida a Mong La vuelve a nevar con fuerza. Las escaleras, que eran mi peor pesadilla (dan a un vacío espeluznante y son muy empinadas) no parecen tan fieras, la nieve apenas cuaja y no hay hielo. Ya estoy por debajo de los 4000 metros - vuelve a haber bosque, pero aún así, la subida se hace durísima y para cuando llego al collado ya van 6 horas de camino. Me llevo una alegría cada vez que me cruzo con una de esas caravanas de bestias peludas que me confirman que voy por el camino correcto.



En la bajada me encuentro a unos chavales y les pregunto cuanto falta para Namche. El mayor me mira de arriba abajo como tomándome las medidas y me dice: “¿para tí? tres horas… ¡y media!“. Pongo cara de susto, los demás se parten y le pregunto, “¿y para ti?“. “Hmmm, ¡1 hora!… ¡ó 40 minutos!“. Jodíos críos… después de acertar con el camino bajo, más fácil con niebla, al final lo hago en hora y media, sin contar la parada para merendar en un bar de Kyangjuma; podría estar en cualquier pueblín de montaña de Asturies, con los paisanos jugando a las cartas, las mujeres al backgamon en otra mesa y unos cuantos niños corriendo por la sala.



Cruzar Namche entre la niebla y la nieve me lleva un buen rato, y es casi de noche cuando por fin entro en el Hotel Everest a las 17:15. Sólo hay un par de neozelandeses en el hotel, maestros de escuela talluditos haciendo un viaje de un par de meses. Me doy una ducha, en el mismo sitio de la anterior hace 8 días, envío un par de correos a casa y a dormir respirando este aire tan rico en oxígeno, después de una semana sin bajar de 4400 metros. A ver si mañana levanta el tiempo y no hay problema con los vuelos. ¡Ah! se acabaron las fantásticas estufas de boñiga de yak.


11 de diciembre. Vuelta a Lukla.


Duermo como un tronco y no me levanto hasta las 8, desayuno con los kiwis y a las 9:30 salgo valle abajo. Apenas tardo una hora en pasar Jorsale, así que paso de largo. Hay muchos menos montañeros que a la ida, y en los pueblos se nota que la actividad principal ya no es atender a los turistas, sino prepararse para el invierno y mantener las infraestructuras para la siguiente temporada.



El día es desapacible, incluso a ratos alterna algunos copos con llovizna. Según avanza la mañana voy bajando el ritmo, pero aún así en 5:15 estoy en Lukla confirmando el vuelo para mañana a las 7:15.



Voy al Shangri La, más por cumplir con lo que le dije a Ang Tsering que por ganas, porque el sitio me parece ahora bastante desangelado (¡el único que no tiene ni luz en las habitaciones!). Salgo a tomar algo por el pueblo, que es un auténtico barrizal, y me meto en un pub irlandés (!!), que también tiene habitaciones y parece mucho más agradable… demasiado tarde para cambiar. El hijo de los dueños, ¿Tsering?, que tendrá unos 9 años, me da un buen repaso al chapolín. Vuelvo al hotel y termino en el saco más temprano que nunca, a las 19 y sin cenar, para desconcierto de la buena mujer, pero es que realmente el sitio es poco agradable.


12 de diciembre. Kathmandú.


A las 6:10 estoy fuera del hotel y voy a al aeropuerto, que sigue a oscuras. Poco a poco va apareciendo gente conocida del camino (Patrick, la pareja de Canberra, Andrew y Chhatra,…). Los vuelos se retrasan, pero para las 9 comienzan a rotar los aviones. Al parecer cuando hay cancelaciones no es extraño ver a “occidentales” nerviosos pelearse por las plazas en los vuelos. A pesar de los cristales rayados, el vuelo permite echar un último vistazo al Everest.



Ya en Kathmandú meto la pata yendo a la agencia de los hoteles en el aeropuerto. Me aseguran que me envían a uno bien situado y con bañera (necesito ponerme en remojo, no sólo una ducha), el Manang, pero al llegar allá veo que no es cierto. Me quejo y me cambian a otro, Impala, que si la tiene, pero es de 1* y está vacío… de ningún modo vale lo que he pagado por él.



En fin, después de un baño más que necesitado, salgo a comer, muy bien, y voy a ver Durbar Square, un conjunto de monumentos muy interesante. A continuación, shop till you drop (necesito vestirme de pies a cabeza, no me queda nada que no apeste), cena en una terraza con buen R’n'R en directo y a dormir. Mañana será otro día.


13 de diciembre. Reponiendo fuerzas.


Intento irme del hotel lo antes posible, pero no hay modo, a las 8:15 me dicen que no me dejan desayunar hasta las nueve. Me ofrecen quedarme en la misma habitación por la mitad de lo que pagué anoche (un modo algo ridículo de confesar que efectivamente, me han timado), pero no me quedaría ni gratis. Recojo las cosas y me voy al Tibet Guest House, donde me encuentro con Patrick. Dejo la mochila y nos vamos Swayambunath, el famoso Templo de los Monos, un sitio realmente interesante (los condenados monos son bastante agresivos, sobre todo si creen que llevas comida). Comemos, hacemos compras y nos tomamos unas cervezas Everest, como no.



Terminamos cenando el mítico chateaubriand- al menos lo es para quienes llevamos 15 años oyendo a nuestros amigos hablar de él - del Everest Steak House, un par de kilos de carne excelente. Normalmente lo ponen para 3 ó 4 personas, pero, no sin esfuerzo, conseguimos terminarlo entre dos, guarnición incluida. Hacia las 10 de la noche nos arrastramos de vuelta al hotel… el proceso de recuperación va bien.


14 de diciembre. Se acabó.


A las 8 de la mañana, Patrick llama a la puerta, ¡me he dormido! Desayuno con él, me doy una ducha y salimos por Thamel, son mis últimas compras. Ya me oriento bastante bien en este caos de calles. No pongo demasiado empeño en los regateos, me parece que pago un precio justo por las cosas, así que lo doy por bueno. Me despido de mi amigo y me voy al aeropuerto para llegar con 3 horas de tiempo… luego, todos los trámites (seguridad, tasas, facturación, tarjeta de salida, visado, …) apenas llevan 20 minutos. El billete de bisnis me hace acreedor a una tarjeta de “sala ejecutiva”… que aquí se traduce en un café y un trozo de pizza por valor de 170 rupias (menos de dos euros).



Parece que los indios confían poco en la seguridad de los aeropuertos nepalíes, así que envían en los vuelos a sus propios agentes… registran a uno de cada diez como mucho, pero compensan esta aparente dejadez con lo que parece un 6º sentido para detectar a los sospechosos… yo debo serlo mucho, porque me revisa el equipaje dos veces el mismo policía, dentro del terminal y en la escalerilla del avión.



El vuelo es aún más espectacular que a la ida, hay menos bruma y justo se está poniendo el sol cuando pasamos a la altura, literalmente, del Dhaula y los Annapurnas. Aterrizamos en Delhi de noche, con nueve horas de escala por delante en el cuchitril que tienen por zona de tránsito. El trato que dan en el aeropuerto a los nepalíes - y la deferencia con los europeos, son de vergüenza ajena. Esta vez me libro de quedarme en tierra gracias a dos chicas catalanas que de algún modo se dan cuenta de que yo no figuro entre los pasajeros de Lufthansa; en alguna de las múltiples copias manuales que hacen de los nombres, me he caído de la lista. Ya de madrugada nos pasan a la zona de embarque después de una nueva tanda de controles de seguridad, groseros y agresivos, pero que inspiran poca confianza en cuanto a su eficacia


15 de diciembre. Hogar dulce hogar.


Aterrizo en Frankfurt al amanecer, y después de un par de horas, salgo para Bilbao. Tengo un buen rato hasta que salga el bus a Gijón, así que doy un paseo por Indautxu y me zampo el tercer solomillo desde que bajé del monte. Cuando por fin llego a casa, a las 10 de la noche, voy directamente a la báscula:



Tres kilos menos - los recuperaré en las navidades, unas buenas barbas ¡y todos los dedos en su sitio!


———————


Algunas notas



Fechas y duración: si octubre y noviembre son la temporada alta, diciembre no puede ser del todo malo. El tiempo acostumbra a ser muy seco y estable, y aunque frío, se soporta bien. Es probablemente la época con cielos más limpios, y al fin y al cabo, se trata de ver paisajes, ¿no?



Doce días por la montaña es quizás demasiado justo, para poder hacer el circuito en ese tiempo hay que contar con un mínimo de suerte con la meteo y que la salud te respete. Lo ideal sería contar con una semana extra, para subir más despacio, visitar con calma algún pueblo y tener días de reserva. En cualquier caso, mejor que la semana adicional sea en noviembre, a partir de mediados de diciembre el cierre de algunos lodges puede complicar la travesía del Cho La.



Itinerario: No cambiaría el sentido, el Cho La me parece más sencillo de este a oeste, y creo que es mejor hacer el proceso de aclimatación en el valle del Khumbu, más humanizado y por tanto, más sencillo para conseguir ayuda en caso de necesitarla. Además, Gokyo Ri como postre después de Kala Patthar deja muy buen sabor de boca. Con unos días más, merecería la pena cruzar un último paso, Renjo La, en la vuelta de Gokyo a Lukla, y por supuesto, visitar pueblos como Thamo, Khumjung o Phortse. En total, el circuito ronda los 160 km con alrededor de 8000 metros de desnivel positivo - incluyendo las ascensiones opcionales - repartido en 11 etapas y unas 70 horas de camino.



Equipo: de la lista, quizás podría prescindirse de patucos, polainas y crampones, siempre que se sea consciente de a qué implica renunciar. También se puede ir con una bota más ligera, y si no es tan cerca del invierno, quizás un saco más fino. Debería ser posible ahorrar de 2 a 3 kilos, que seguro que se notan.



Guías y porteadores: estoy convencido de que ir con un buen guía y/o porteador puede hacer la experiencia aún más gratificante; incluso me atrevo a recomendar a uno que me pareció excelente, Chhattra (uno de sus compañeros habla castellano). Ahora bien, los caminos y las infraestructuras son tan buenos que no resulta imprescindible: cualquiera que esté en condiciones de hacer una ruta de varios días por el Pirineo, Cantábrica o similares, no debería encontrar mayores problemas en esta zona de Nepal u otras como el Annapurna. Por cierto, se me olvida decir que hablar un poco de inglés, ayuda y mucho.



Alojamiento, comida y bebida: en temporada baja los lodge te reciben con los brazos abiertos. Aparentemente, son todos bastante parecidos, construcciones feas de planchas de aglomerado y tejados de chapa, pero la comodidad cambia bastante. Me he quedado con la impresión de que los más pequeños, que no pueden alojar a grandes grupos, atienden bastante mejor a los clientes - suelen ser los dueños quienes trabajan en ellos; pequeños detalles como que además de tener estufa, la enciendan, son los que marcan la diferencia (no es sólo cuestión de aguantar un poco el frío, unos pocos grados de temperatura más hacen que el agua del servicio no se hiele, un cambio importante). Ah, el combustible de las estufas es boñiga de yak seca, perfectamente ecológica.



Por otra parte, conviene comer lo mismo que los demás, casi siempre platos basados en arroz, para ayudar a que en la cocina se gaste la menor cantidad posible de combustible (leña o keroseno). Además, sabiendo que en el Khumbu está prohibido sacrificar animales, ¿seguro que no te aguantas sin comer un filete de yak que lleva 3 ó 4 días en un cesto a la espalda de un porteador? Otro tanto aplica a la bebida: es imprescidible beber varios litros al día - se dice que 1 por cada 1000 metros de altitud - pero las bebidas envasadas no son la mejor opción, porque el tratamiento posterior de latas y botellas es cuando menos dudoso. Hervir el agua también supone un consumo de energía considerable que se puede evitar con algún potabilizador añadido al agua fría (tintura de yodo, por ejemplo).





 

Vist@: 4405 veces